Sequías y desertificación: ¿Está amenazada la seguridad alimentaria de la región?
Brasil, el país más cosmopolita de América Latina, ha sido golpeado por la que ha sido considerada su peor sequía en cien años, una que ha afectado, según el diario O Globo, a más de 46 millones de personas que hoy padecen serias dificultades en sus actividades sociales y económicas por la escasez de agua. Pero el gigante de Latinoamérica no está solo: Chile, Argentina, Nicaragua, Honduras y El Salvador son algunos otros países azotados por este golpe de la naturaleza que, entre otros, genera desertificación y conlleva a que el suelo pierda productividad. ¿El efecto inmediato? Problemas en la seguridad alimentaria y en los ecosistemas.
Jorge Carrasco, meteorólogo e investigador del Quinto Informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) explicó a ConexiónCOP que las sequías afectan también a la agricultura y al ganado; además, la productividad disminuye y puede ser catastrófica porque algunos productos pueden entrar en escasez o su valor adquisitivo podría aumentar, generando, además, problemas en la economía. Sostiene, además, que la falta de precipitaciones y el aumento de la temperatura inciden en la reducción de los glaciares, acentuando la falta de disponibilidad de agua y, en situaciones extremas, las poblaciones afectadas deben de migrar.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) ha resaltado que, debido a las sequías, las cosechas de soya y café se han visto afectadas en Brasil. Por su parte, el Programa Mundial de Alimentos (WFP, en inglés) informó que el año pasado los pobladores de Nicaragua, Honduras y El Salvador recibieron ayuda humanitaria para poder contrarrestar los daños sociales, medio ambientales y económicos producidos por las sequías; además, la producción de alimentos fue uno de los grandes problemas.
Sequías y cambio climático
Carrasco explica que no se puede vincular directamente a las sequías con el cambio climático, aunque podría existir algún nexo.
“Cuando hablamos de calentamiento global, nos referimos a tendencias en el planeta; en ese sentido, las predicciones apuntan a que, a finales de este siglo, se presentarán eventos extremos y las sequías podrían aumentar en duración e intensidad”, refiere.
El científico agrega que es muy probable que las sequías sean forzadas por oscilaciones naturales que tiene el sistema climático, “por ejemplo, la oscilación decadal [una variación del clima] del Pacífico que, en su fase negativa, favorece la ocurrencia de los eventos como La Niña y, por ende, un período de varios años con pocas lluvias, como ha ocurrido en gran parte de Chile”, explica.
Además, explica que la desertificación, que genera la degradación de la tierra y la hace menos productiva, puede llegar a casos extremos, como volverse económicamente menos productiva y, en casos extremos, convertirla en desiertos incapaces de sostener a las comunidades que se desarrollaban en determinadas áreas.
“Muchas de estas situaciones ocurren en regiones de baja precipitación, una estación seca prolongada y sequías recurrentes. De allí que estás regiones están identificadas y están vulnerablemente expuestas a los cambios climáticos en el futuro; en particular, el aumento de la temperatura junto a la disminución de la precipitación harían que estas regiones se extiendan y desplacen. Por ejemplo, la región semiárida de Chile se desplazaría hacia el sur, alcanzando la zona central”, sostiene.
Por su parte, Jacob Van Etten, investigador de Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS, por sus siglas en inglés), sostiene que Latinoamérica siempre ha sido una región propensa a las sequías y a la desertificación, las mismas que se ven intensificadas por la deforestación que genera consecuencias graves para el ciclo del agua.
“En la actualidad dos millones de personas tienen problemas de seguridad alimentaria en Centroamérica, que se debe en gran medida a la sequía y en alguna medida a los problemas climáticos como la roya de café, considerada una de las enfermedades de plantas más catastróficas”, indica.
¿Qué se hace en Latinoamérica?
Una de las maneras de hacerle frente a los problemas que generan las sequías y la desertificación es a través de la adaptación. Es por ello que AR5 plantea diferentes opciones de adaptación que ofrecen diversos beneficios en materia de rendimientos en la producción agrícola. Por ejemplo, cambiar las variedades que se cultivan brinda un beneficio medio del 23%, comparado con el 3% por optimizar el riego o el 1% por incrementar la utilización de fertilizantes.
Ana María Loboguerrero, líder del Programa de Investigación para América Latina (CGIAR), explica que se están realizando diferentes proyectos en la región para promover la adaptación frente a fenómenos climáticos como las sequías.
“En Nicaragua, se trabaja con productores en depósitos especiales de captación y almacenamiento del agua de lluvia sobrante durante la estación húmeda del país. Estos sistemas de cosecha de agua permiten mantener la producción agropecuaria durante la temporada de sequía”, sostiene. Las investigaciones del AR5 demuestran que otros esfuerzos de adaptación que reportan beneficios tangibles incluyen medidas de captación, almacenamiento y eficacia en el uso del agua, además de la diversificación de actividades en las explotaciones agrícolas y fuera de estas para reducir la exposición a los riesgos climáticos.