COP21: Siete temas que permitirían o podrían quebrar el acuerdo climático en el 2015
Por: Leigh Phillips, divulgador científico y periodista de asuntos europeos.
En los meses previos a la Cumbre sobre el clima de las Naciones Unidas en Lima, Perú, en diciembre del 2014, una serie de acontecimientos, muchos de ellos inesperados, infundieron un sentido de optimismo cauto aunque genuino al final: la sorpresa del acuerdo climático entre Estados Unidos y China, un acuerdo similar con India que involucra algunos elementos de intercambio de tecnología limpia; un plan energético y climático de la Unión Europea (UE) para el 2030 que, a pesar de no ser muy ambicioso, al menos hizo lo suficiente para mantenerse dentro de la escala de reducción de emisiones necesaria y así estar dentro del límite de calentamiento de dos grados centígrados respaldado internacionalmente.
El 2015, ¿cuáles son los grandes temas que permitirán o no lograr un acuerdo climático en las cruciales discusiones que se llevarán a cabo en París al final del año, donde o bien se firmará un tratado global o los diplomáticos tendrán que admitir su derrota después de más de dos décadas de esfuerzo?
1. Financiamiento para el clima
El estancamiento en relación con el financiamiento de los países desarrollados a los países en vías de desarrollo sigue siendo, sin excepción, el mayor reto de la diplomacia climática. El histórico impase sobre en cuál de los dos recae la mayor responsabilidad en el tema de reducción de las emisiones se ha logrado traspasar hasta cierto punto con el acuerdo China-Estados Unidos y el nuevo lenguaje de la Llamado de Lima para la Acción Climática. Pero estas conversaciones casi se desmoronan en medio de acusaciones directas de colonialismo, noticias de que Japón estaba gastando su anunciado dinero para clima en plantas de carbón en Indonesia, y un fondo común de financiamiento destinado para el clima que apenas alcanza los US$2.500 millones para los próximos cuatro años. Incluso dicho dinero no es en absoluto dinero nuevo, sino que ahora se le llama ayuda financiera. Australia, por ejemplo, anunció en Lima financiamiento para el clima de US$200 millones. Cada centavo del mismo proviene de la asistencia para el desarrollo que ya estaba comprometida.
Todas las estimaciones oficiales han determinado el costo de efectuar el cambio en los países en vías de desarrollo a un camino de crecimiento bajo en carbono, como mínimo de cientos de miles de millones de dólares al año. Aún así con una tibia economía global que no logra recuperarse correctamente de la crisis del 2008, los gobiernos de los países ricos simplemente no van ofrecer más dinero mientras se les imponga austeridad en casa. Los países en desarrollo ya no se enfocan en el financiamiento de la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero, sino más bien en el financiamiento de los “daños y pérdidas” como resultado del calentamiento global, pero no queda claro que esto sea una vía más fácil para acceder a los recursos de los países ricos.
El financiamiento para el clima puede ser solo un tema sin resolver y los países más pobres necesitan decidir cómo van a responder ante tal intransigencia.
2. La economía
El tema que dejó fuera al cambio climático de las prioridades en la agenda de todos después de Copenhague fue el mayor desmoronamiento de la economía global, particularmente en Europa. El 2015 muestra signos de estabilización, especialmente en Estados Unidos, pero los riesgos persisten. Cualquier deterioro significativo –como puede ser una gran desaceleración, una crisis financiera materializada en China o en otras economías emergentes, o pánico en la periferia de la zona euro– podría empujar a la diplomacia climática aún más abajo en el orden de prioridades en las agendas.
Por otro lado, la repentina y fuerte caída de los precios del petróleo en la segunda mitad del 2014 es un regalo para los consumidores y empresas, y podría ser el impulso inicial que la economía mundial necesita después de años de debilidad económica; ello haría que pagar por la adaptación y la mitigación al cambio climático, tanto en casa como afuera, sea una propuesta más asequible para todos los bolsillos, y así darle al tema del cambio climático
3. Los precios del petróleo
Mientras un petróleo barato hace que el cambio climático sea más asequible, dicho uso de combustibles fósiles es la verdadera causa del problema que enfrentamos. Cualquier caída prolongada de los precios del petróleo impulsará un mayor uso por parte de los consumidores y de las empresas. Ya estas modestas mejoras en la economía global fueron las responsables de que en el 2013 se generara la mayor cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera desde 1984, según lo dio a conocer en setiembre del 2014 la Organización Meteorológica Mundial; mientras que la capacidad mundial de energía renovable en el 2013 se expandió a su ritmo más rápido, de acuerdo con la Administración Estadounidense de Información sobre la Energía (EIA). Por el contrario, el malestar económico en Europa hace que el financiamiento para el clima sea menos manejable, pero también el estancamiento industrial ha sido responsable de que la UE logre una importante reducción de las emisiones.
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Al mismo tiempo, el petróleo barato hace que la extracción intensiva de carbón como la de Alberta’s Tar Sands sea menos viable y algunos de dichos proyectos ya han sido cancelados o pospuestos. Pero el fenómeno también puede perjudicar los incentivos para invertir en energías renovables sin subsidios adicionales, y en particular puede matar a los biocombustibles. Dado el incremento de las emisiones de carbono proveniente de las diferentes formas de biocombustibles, pocos fuera de esa industria perderían el sueño por ello. El tema, no obstante, afecta también las investigaciones más avanzadas sobre biocombustibles, como la de los combustibles a base de algas, los cuales no conducen a los efectos de emisiones relacionadas con el cambio de uso de la tierra.
Por consiguiente, el mismo desarrollo que hace más alcanzable un acuerdo climático aumenta paradójicamente la escala de ambición necesaria. También resalta la importancia de la intervención del sector público para la construcción de una infraestructura que pueda producir energía lo suficientemente barata, lista para competir con los precios bajos de los combustibles fósiles, incluyendo gran cantidad de electricidad limpia para la presunta próxima electrificación del transporte. Sin embargo, una mayor atención en el gasto público eleva las proyecciones para el costo del financiamiento para el clima.
4. La ambición
Por razones de cortesía diplomática, la ONU solo revisará los compromisos climáticos que las naciones están por presentar en un plazo no formal del 31 de marzo, y no vigilará si los compromisos individuales de reducción de emisiones están en consonancia con la necesaria escala de ambición de mantenerse dentro del límite de los dos grados. Tampoco hay acuerdo si estos compromisos serán legalmente vinculantes.
Un estudio publicado a inicios de año por el Proyecto Mundial sobre el Carbono muestra que la meta de los dos grados es esencialmente inalcanzable sin una fuerte reducción de emisiones del 5,5% al año en los próximos 45 años. En un punto medio entre lo máximo justo y lo máximo injusto el reparto de lo que queda del pastel de carbono, sólo Europa se las está arreglando para realizar las reducciones adecuadas. Norte América debería reducir sus emisiones en un 5% al año. Japón, Corea del Sur y Australia, alrededor de un 5,5%; y China al menos un 8,5%. Y esto es sólo para alcanzar el 50% de probabilidades de evitar el calentamiento global de 2 °C. Aumentar las probabilidades hasta un 66%, y la tasa necesaria de mitigación a nivel mundial, salta a 7% al año.
Otra investigación sobre esta “brecha de emisiones” a cargo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente sugiere que, dados los compromisos ya anunciados, estamos en camino de los cuatro grados de calentamiento. ¿En algún momento de este año aparecerá un actor importante en el panorama del cambio climático anunciando que la meta de los dos grados es simplemente inalcanzable?
No obstante, a las reducciones de emisiones ya anunciadas se les consideran como un tanteo de apertura. La pregunta es: ¿En cuánto están dispuestos los gobiernos a incrementar su ambición en el transcurso del próximo año?
5. El Congreso de Estados Unidos
Cualquier acuerdo climático mundial decente necesita una participación significativa de los grandes emisores, como lo son China y Estado Unidos. Mientras el acuerdo China-Estados Unidos no ha dado una señal de un movimiento hacia la escala necesaria de reducción de emisiones, ha sido un paso muy importante para ambas naciones. En el 2015 toda la atención estará enfocada en si estas dos grandes potencias puedan al menos implementar en la política lo que han logrado en la diplomacia.
Desde que la emblemática política del cambio climático liderada por el presidente de los EE.UU. Barack Obama, llamada Ley de Seguridad y Energía Limpia, fue rechazada en el 2009 como consecuencia de la oposición en el Congreso, el líder estadounidense ha cambiado de estrategias y adopta políticas que emplean acciones ejecutivas que no requieren pasar por la legislatura de Estados Unidos. Esto implica en gran medida el uso de su facultad reguladora a través de estándares de eficiencia de los vehículos y de la Ley Aire Limpio para lograr reducción de emisiones en las centrales eléctricas.
Esta perseverancia ecológica ha puesto muy contentas a las ONG’s, pero evitar el proceso legislativo mediante una orden ejecutiva tiene sus riesgos. Los Republicanos en el Congreso ya están investigando como pueden bloquear, retrasar o de algún otro modo perjudicar las medidas normativas, por ejemplo, aprobando una legislación que permita a los estados individualmente optar por no cumplir con el mandato de la Agencia de Protección del Medio Ambiente hasta que el litigio sobre el problema se resuelva, o se limite la financiación para su implementación.
Pero aún es más preocupante la realidad que las regulaciones por sí solas no serán suficientes para alcanzar el 28 por ciento de reducción de emisiones comprometidas en el acuerdo con Pekín. Y para ello, el Presidente tendrá que navegar por un Congreso opositor. El lado positivo, a pesar de toda su bravuconería sobre el clima, los Republicanos han señalado que sus prioridades para el próximo Congreso serán la inmigración y la salud, temas totalmente alejados del calentamiento global. Además las encuestas están constantemente mostrando que ahora la opinión pública está a favor de tomar acciones más ambiciosas para el clima.
6. El plan quinquenal de China
Por el contrario, los compromisos de China, en el marco del acuerdo sobre el clima, fueron en gran medida planteados como parte de una cantidad pre existente de construcción de infraestructuras nuclear, solar y eólica. En ese sentido, la República Popular es la única gran potencia comprometida con la escala de transformación de infraestructura necesaria para evitar un cambio climático catastrófico.
Ahora todas las miradas deberían centrarse en el próximo Plan Quinquenal, el cual se elaborará en el transcurso del 2015. Los lineamientos generales del Plan Quinquenal actualmente se están tomando en consideración para seguir desarrollándose durante la primavera y el verano, y luego tener un importante debate sobre los detalles en la Quinta Sesión Plenaria del Comité Central del Partido Comunista en el otoño. Antes de la cumbre de las Naciones Unidas sobre el clima que se llevará cabo en Paris este diciembre, la pregunta será si China aumentará la apuesta o mantiene el curso ya anunciado. Sin ningún avance importante en la ambición de China, es poco probable que otras potencias avancen por sí solas.
7. Diplomacia del cambio climático
Los países deben presentar sus propios compromisos de reducción este marzo, en vez de distribuirlos a nivel de la ONU, con el fin de que la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) revise su conformidad. Este enfoque de “abajo hacia arriba” probablemente será adoptado en cualquier acuerdo final, con los estados presentando sus propios planes para la reducción de emisiones, en vez de que la ONU supervise de arriba hacia abajo los objetivos. Oponerse a la supervisión por un órgano independiente y no elegido es una defensa comprensible de soberanía nacional, y este enfoque hará que cualquier acuerdo final sea más fácil de conseguir en el Congreso. Pero, por definición, este formato hace de tal documento una expresión de esperanza que las naciones trabajarán para prevenir un cambio climático catastrófico, en lugar de una garantía de que los países lograrán una reducción específica de las emisiones de gas invernadero antes de una fecha determinada; una situación que no tiene nada de diferente de la que vivimos actualmente.
Sin embargo, entre los polos de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, se puede hacer que algunas partes del acuerdo final sean fijas y legalmente vinculantes, mientras otras más flexibles y cambiantes, y otras partes del acuerdo opcionales y otras obligatorias. En octubre, el Centro de Soluciones para la Energía y el Clima, de la Universidad Estatal de Arizona realizó una breve reseña esbozando el espectro de opciones estructurales para un acuerdo final. En esencia, la compensación estaría entre un documento con mayor ambición, pero con pocas posibilidades de ratificar y menor ambición pero con mayores posibilidades de ratificar.
Pero por supuesto, tenemos que recordar que lograr un consenso entre 196 países (y un puñado de partes que no son países) sobre un plan que compromete cambios radicales y extremadamente caros para sus economías, es también quizás el más arduo y grandioso ejercicio para mantener la unidad nunca antes visto en la historia. A pesar de todos los errores cometidos en el proceso, incluso haber llegado tan lejos, es ya un monumento a la persistencia diplomática.
Fuente: Conexión COP.